¿Y qué hiciste, abuelo?
Con mis ahorros construí un faro. Lo ves. Es como el amigo
fiel de los marineros; siempre avisa del peligro.
¿Y tu barco, abuelo?
No tuvo la suerte de tener un faro…
Cuento aparte, hoy día cuatro de agosto, veíamos como San
Pedro hacía aguas con mucha arrogancia pero falto de fe… se sentía seguro en su
barca pero quiso medir sus fuerzas y arriesgó demasiado.
Yo soy la luz del mundo
y el que me sigue
no andará en tinieblas.
Echarse a la mar es exponerse a días grises y noches sin luz.
Los acantilados no perdonan… por eso hacen falta los faros.
El día tres de agosto soltábamos las amarras de nuestra
asamblea; ya navega a buen ritmo. No obstante es preciso tener a mano la carta
de navegación y los ojos fijos en el FARO, no vaya a ser que, entretenidas en
atar y desatar las velas, perdamos el rumbo.
Buscar un rato de bonanza junto al FARO, es garantía de
éxito. Porque será siempre ciertas aquellas palabras del Evangelio: “Sin mí, nada podéis hacer”
¡Ahí estamos, al lado del FAro para que os alumbre bien la ruta!!! ¡ánimo! ¡El Señor os bendice!!!
ResponderEliminarGracias Rosa, nosotras también estamos contigo.
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